Lo que hace décadas fuera un importante eje histórico en una zona de gran vitalidad y progreso, hoy es solamente una desafortunada cicatriz urbana. ¿Lograrán las propuestas de rescate consensar las soluciones sin comprometer el carácter público del espacio?
Avenida Chapultepec, una cicatriz urbana. Qué lejos quedaron los días en que el dinero público alcanzaba para construir infraestructura y mantener en buenas condiciones el espacio público. En casi todas las ciudades, el presupuesto apenas es suficiente para sostener su aparato burocrático y lo que queda; se usa principalmente para mantener los programas sociales con los que sus gobernantes buscan asegurar el voto que les garantice continuidad.

La propuesta del Gobierno de la Ciudad de México para rescatar la Avenida Chapultepec ha generado en las últimas semanas una intensa polémica, la cual deberíamos aprovechar para proponer y discutir nuevos esquemas urbanos y mecanismos económicos que le den viabilidad al desarrollo de la ciudad de manera sustentable. En este caso, el diagnóstico es simple: lo que hace décadas fuera un importante eje histórico en una zona de gran vitalidad y progreso, hoy es solamente una desafortunada cicatriz urbana donde la inseguridad, el deterioro generalizado y el caos vial ponen en peligro la vida de los peatones, impidiendo la integración física y social del tejido urbano que le rodea.
La presentación del proyecto llamado Corredor Cultural Chapultepec, ha generado opiniones a favor y en contra, así como varias propuestas alternativas. Aunque existe un consenso absoluto en que la Avenida Chapultepec necesita mejorar, la polémica sobre el proyecto va al corazón y a la naturaleza misma de uno de los temas y bienes más preciados de la ciudad: El tratamiento y manejo del espacio público, que es por definición: “Aquello que resulta manifiesto, notorio, sabido o visto por todos, y que pertenece a toda la sociedad como un bien común del pueblo.”
Para encontrar la salida correcta a las diferencias en este conflicto me parece que debemos entender su naturaleza y poner especial atención a los tres escenarios en los que seestá dado la discusión: 1) La importancia de la participación social en decisiones relevantes para la imagen y el futuro de la ciudad; 2) Las características físicas del proyecto de intervención elegido; y 3) El modelo económico adoptado para financiar la obra.
1) En la discusión sobre participación social, los diputados electos en la zona y algunos personajes de gran credibilidad profesional han encabezado reuniones de vecinos opositores al proyecto en las que su argumento central es muy simple: no se puede plantear una obra de tal trascendencia sin haber consultado primero a la sociedad, sobre todo, porque se trata precisamente de un espacio público que le pertenece a todos.
2) Sobre el proyecto propuesto, la mayoría de las opiniones expertas publicadas en diferentes medios coinciden en que la intervención debe ser a nivel de calle. Me gusta la analogía de la Cicatriz Urbana, pues una cicatriz se cura cuando se limpia y se interviene el tejido (Urbano en este caso) para regresarle su continuidad, su vitalidad y su belleza. Insertar sobre la Avenida Chapultepec una estructura que contempla comercios en dos niveles sobre la vialidad existente y un centro comercial junto a la glorieta del Metro Insurgentes, como propuesta para integrar y dar vitalidad a la avenida y a su zona de influencia, sería lo más parecido a pretender curar una cicatriz con una prótesis cuya función urbana es totalmente distinta.
3) Me parece, sin embargo, que es en el modelo económico adoptado en donde se encuentra el origen del problema y también la gran oportunidad para replantear el proyecto. Como mencioné en el primer párrafo, al gobierno de la ciudad ya no le alcanza el dinero para rescatar espacios de esta dimensión; éste es de hecho, el argumento que se presenta para justificar la presencia de los espacios comerciales y el modelo de concesión por 40 años para financiar el Corredor Cultural Chapultepec. La idea de incluir comercios en el proyecto tiene como objetivo pagar la obra y volverla atractiva a los inversionistas, dando como resultadouna estructura de varios niveles para colocar los comercios que la pagan. Si la ciudad tuviera recursos, seguro estaríamos viendo un proyecto de espacio público sin comercios.
De “cicatriz” a “ejemplo” de regeneración urbana

Lo peor que puede pasar es… que no pase nada.
Hay que reconocer y aprovechar que el Gobierno de la Ciudad ha puesto en la mesa una discusión fundamental: Tenemos que lograr que el desarrollo económico de la ciudad pueda financiar su desarrollo social, pues ya no habrá recursos suficientes para resolver sus grandes problemas y necesidades. Este polémico caso demuestra que si queremos que nuestras ciudades tengan viabilidad y futuro, debemos revisar y discutir todos los mecanismos económicos que pudieran aplicarse para lograrlo, sin comprometer el carácter público del espacio. Éste, sin duda, debiera ser uno de los ejes en la agenda de la nueva legislatura local.
Captura de Valor: Una herramienta de mejoramiento urbano
Para el rescate de la Avenida Chapultepec y de muchas otras zonas deterioradas sí hay alternativas, tanto físicas como financieras, así como Captura de Valor, una iniciativa novedosa de planeación y gestión económica que ya se aplica en otras ciudades. Captura de Valor es también un mecanismo transparente y eficaz coordinado por la autoridad, que ayuda a combatir la especulación inmobiliaria y favorece la distribución equitativa del valor de la ciudad, generando recursos que puedan destinarse para la construcción de equipamiento e infraestructura, modernizar el transporte, y por supuesto, el mejoramiento del espacio público.
En una de mis colaboraciones a principios de este año (edición 86 de Inmobiliare Magazine) abordé este mecanismo con el título de “Renacimiento Urbano”, explicando que se trata de un círculo virtuoso que aprovecha el valor agregado y la plusvalía que la propia ciudad genera al impulsar el desarrollo que una obra de mejoramiento urbano atrae de manera natural e intencional, para financiar proyectos de mejoramiento del entorno, incluso de otros espacios de la ciudad, en zonas sin el atractivo y potencial de las grandes avenidas, pero con la misma necesidad de mejora.
Lo que NO podemos hacer es equivocarnos
A partir del incremento de la oposición, la reacción del Gobierno de la Ciudad ha evolucionado favorablemente. De aquella posición inicial en la que sólo se pretendía “enriquecer” el proyecto decidido, se ha pasado a organizar foros y reuniones en las que se habla del proyecto y se escuchan otras alternativas, posponiendo el inicio de las obras originalmente programado para los primeros días de septiembre. Parece haberse reconocido la importancia de la participación social y la necesidad de vincular el resultado de una consulta pública real y transparente, con las características finales del proyecto.
Bien por la apertura, porque la discusión sobre la intervención de la Avenida Chapultepec es en realidad un debate impostergable sobre el uso y manejo del espacio público de la ciudad, sobre la gran importancia de la participación social en su determinación y diseño, y sobre el correcto aprovechamiento y distribución del valor de la ciudad en beneficio de toda su población.
El resultado final de este debate sentará un precedente del que podremos sentirnos orgullosos o arrepentirnos en los próximos 40 años, y como en toda discusión debe haber ganadores, apostémosle a que sean la ciudad y sus habitantes quienes ganen en esta ocasión.
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